Por Imelda Carrillo
En medio de la luz tenue, olor a tierra mojada nació Elena. Era el 30 de octubre del 1950. Mi mamá por ser la primera mujer de su familia, desde chica cuidaba a sus hermanos y ayudaba en casa como debería de ser. En muchas ocasiones, “mi mamá Rosario”, mi abuelita, la dejaba a cargo de la casa y ella se iba con mi abuelo a diferentes lugares. Muy pronto mi mamá ya sabía hacerles mole, lomo de puerco, caldo de pollo, birria, frijoles fritos y de la olla, sopa de arroz, fideo y sopa de letras. También se aseguraba que sus hermanitos tuvieran su arroz con leche para la cena, con leche fresca de la chiva que ella misma ordeñaba.
Después un tiempo de noviazgo, -donde sólo platicaban por hueco en la pared de adobe- ella decidió que José era el hombre de su vida. A los 19 años mis papás se casaron y comenzó otra etapa de su vida. Fue así como ella dejó Los Huajes y se mudó a El Saucillo de Maldonado, Jalisco. Cómo olvidar aquella casa de dos cuartos y una cocina, sus ocho hijos guardamos gratos recuerdos bajo el fresno, el aire libre y la belleza de un terreno no habitado, y una tierra colorada donde sembrarían. Primero nació Bertha Alicia, un año después Maricela “Mary”. En 5 años nacieron mis cuatros hermanos: Ernesto, Humberto, Juan Manuel y Refugio “Cuco”. Yo, Imelda, fui la séptima de ocho. Cuando cumplí ocho años nació mi hermana María Elena “Elenita” y solo nació para bridarnos muchas risas y alegrías.
Mi mamá tiene tantas historias porque vivió en “otra época”: no había electricidad y utilizaban un “aparato” de petróleo. Mi mamá me contaba historias de las estrellas. Uno de mis recuerdos favoritos es cuando salíamos al patio cada noche. Allí mi mamá era mi “astrónoma personal” que me guiaba e inspiraba en un agradecimiento y contemplación por esas estrellitas que Dios nos brinda para darnos paz e iluminación en nuestro caminar en medio de la oscuridad. Me apuntaba las estrellas y me contaba cuentitos. Yo con anhelo de descubrimiento, gracias a ella, en las estrellas buscaba: los ojos de María, la cruz, el arado, las cabrillas, el lucero y las miles más de constelaciones que me hablaban de un lazo invisible que unían el gran amor de madre e hija. ¡Sin la luz de la ciudad, que lindo se miraban las estrellas todas las noches!
Mi mamá siempre fue muy trabajadora, planchando ajeno, trabajando en el taller y en la ordeña y la siembra de maíz y frijol. En los ochentas, mi padre se vino a EUA y ella siguió adelante con la familia. En enero 1993, mi hermanita Elenita, mi mamá y yo nos vinimos a EUA. Aquí también ella demostró ser la misma mujer fuerte e inteligente. Después de un tiempo de vivir con mi tía. Mi mamá fue “baby sitter”, buscó una casita para que pudiéramos rentar, luego vino “la traila” y la famosa casa de la Calle Cinco: casa que llegó a ser “la casa de todos”: la que siempre tenía visitantes, porque Elena siempre te daba de comer “aunque sea un taquito” y en la cual se sentía el calor de un hogar lleno de amor. Cada 10 de mayo todos sus hermanos y familia extendida nos reuníamos en una gran celebración a las madres. Siempre mujer ejemplar y con fuerza incomparable. Jamás la escuché quejarse por las horas de mucho trabajo. Ella siempre con una sonrisa y feliz con la vida. Siempre recordándonos que con Dios todo se puede y que todo sucede por una buena razón.
En el noviembre del 2006, le detectaron cáncer el colón, pero eso no la derrumbó. Cuando estaba en el hospital y todos allí con una preocupación, ella decía que confiamos y que al contrario de estar triste ella se sentía feliz porque parecía una fiesta. ¿Fiesta? ¡Con cáncer? y ¿pensar que estamos “de fiesta”! Sí de fiesta porque todos estamos allí hasta mi hermana Mary de México. Fiesta en momentos de dolor es una de sus fortalezas. Pues sí, como era de esperarse, salió exitosa después de una cirugía y unas sesiones de quimioterapia. En el año 2010, una vez más llegó al hospital. Esta vez, los doctores nos dijeron que no había lucha para ella. En realidad, se nos estaba muriendo “poco a poco”. Tiene cirrosis. Había perdido bastante sangre y su cuerpo no resistiría más. Recuerdo esa noche fría de noviembre, cuando me dijeron los doctores -háblale a tus hermanos para que estén aquí ella no va a sobrevivir. En ese cuarto de espera del hospital, mi hermana Mary, que es la que estaba conmigo en ese momento, y yo hicimos oración con tanta devoción y deseo por su recuperación… Gracias a Dios, volvió a salir triunfante y superando todas las circunstancias y retos. Su hígado ya no puede limpiar su sangre, los altos niveles de amoníaco en la sangre intoxican su cuerpo. Cuando esto sucede ella no recuerda nada, se queda inconsciente y está en riesgo de entrar en coma. Pero de alguna manera, cuando ella se empieza a sentir mal, ella busca maneras de ir contra esos síntomas. Hasta el día, sigue con tanta fe, alegría y fuerzas increíbles. Honrada porque cada día es un regalo más. Bendecida porque puede convivir con sus seres queridos y seguir viendo como la familia sigue floreciendo. No ha dejado que nada la derrote. Dios la mantiene fuerte y de pie. Es la persona que más admiro. Sus fuerzas son únicas. Ha tenido que superar tantas cosas y siempre firme sin rendirse. Yo sé que hay veces que siente dolor o cansancio, pero no quiere descansar ella quiere seguir disfrutando a la familia y cuidándonos a todos los que la rodeamos. Para mí, es la persona que más merece respeto y admiración. Su familia la adora. Su amor y respeto hacia ella es claramente notable. Aún hasta el día de hoy, todos hermanos e hijos le piden la bendición, oración y saben que pueden contar con ella.
——–
Imelda Carrillo trabaja en la Primaria Leavenworth, la directora es Erica Piedra. Esta escuela está en el programa Doble Inmersión del Distrito Unificado de Fresno: que es un programa bilingüe que busca que los estudiantes adquieran destrezas de comunicación y lectoescritura, además de integrar el desarrollo de la competencia intercultural; con la expectativa que no solo estén preparados para completar los requisitos para obtener el Sello de Bilingüismo al graduarse de la preparatoria, sino también desarrollar una perspectiva más amplia de la diversidad y conciencia cultural.
Los maestros reciben capacitación y tienen todo el apoyo para llevar a cabo su labor. Para preguntas adicionales sobre los Programas de Doble Inmersión en FUSD, favor de comunicarse al (559) 457-3916 ó visítenos: https://www.fresno.org/dept/els