Por Francisco Duarte
En este momento de nuestra historia pocos negarán la existencia de un desequilibrio global en lo social y económico; desequilibrio de poder que amenaza una paz social muy precaria lastimando además el balance de la naturaleza a nuestro derredor, indispensable para sobrevivir. Este imbalance, en mayor o menor grado, ha sido parte de la historia, de la genética —se pudiera argumentar— de la raza humana. Nuestra generación también ha sido infectada por ese virus más peligroso que cualquier otro, el virus letal de la ambición humana.
En más de una forma hoy continúa la misma mentalidad expansiva de los imperios antiguos siempre en búsqueda de acumular poder. Con nombres distintos existen hoy los faraones, los monarcas, los césares. Aun tenemos entre nosotros al heredero burgués, lo absurdo de las castas, la soberbia del elitismo, la ignorancia del racismo y, junto a esas manchas, distinciones que buscan crearse con la finalidad de dividir al poderoso del débil, al amo del esclavo, al que insaciablemente acumula —lo que jamás podrá consumir— en medio de billones de seres humanos sin los recursos para subsistir. Vive el feudalismo plutócrata en la alianza de los políticos —“reyes”— con los dueños de la riqueza —“nobles”. Estos desequilibrios son inaceptables para una sociedad que busca igualdad y justicia. Se convierten en detonantes de guerras interminables, revoluciones, la muerte directa o indirecta de millones de seres humanos enfermos y empobrecidos en cada generación.
El desequilibrio de la naturaleza que provocamos no es un tema menor. Contaminado sus aguas y atmósfera con mayor rapidez que la que puede restaurarse produciendo fenómenos meteorológicos que perturban el ciclo normal de las lluvias y los vientos; derribamos los bosques por ganancia logrando que los desiertos avanzan; extinguimos especies con mayor efectividad de la que son capaces de reproducirse dejando espacios vacíos en el ciclo de la vida; rompemos por maldad o ignorancia el equilibrio de la cadena alimenticia invadiendo espacios que no nos pertenecen atrayendo plagas, hambrunas y muerte.
Mao (Zedong, 1893-1976, líder chino que estableció la República Popular China en 1949) pensó que eliminando los gorriones salvaría todo el grano que estos consumían, pero al faltar los gorriones, las plagas que estas aves eliminaban destruyeron las cosechas. El Covid-19 nos está dejando varias lecciones: el llamado de la naturaleza por equilibrio, mientras, persiguiendo al virus infame, destruimos millones de bacterias necesarias para la vida. Anticipo problemas.
En la economía mundial existe un desequilibrio innegable, y aún criminal, en la distribución de recursos en este mundo en que el 1% de los más ricos posee el 82% de la riqueza global (OXFAM). Según esta misma agencia no gubernamental —datos del 2018— 26 personas poseen el mismo capital que 3,800 millones de individuos, y siempre en una desigualdad que, lejos de reducirse, continúa creciendo mientras los ingresos de los más pobres se reducen continuamente.
Estados Unidos se encuentra entre los países con mayor desigualdad —desequilibrio— en el mundo (.49 coeficiente Gini). Un grupo de 400 de los más ricos tiene la riqueza de 150 millones de estadounidenses. Este imbalance se debe en gran parte a las prioridades del sistema.
Estados Unidos gasta en armamentos y defensa más que cualquier otro país del mundo, sin embargo muchos de sus ciudadanos están convencidos, por ideología y propaganda, que no es posible pagar un seguro de salud. Según la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, se estima que en este país mueren 45,000 cada año por falta de atención médica apropiada. Esta misma ONG culpa de esta disparidad a la evasión de impuestos, la influencia del capital en la política, la erosión de los derechos de los trabajadores y los recortes en gasto público —políticas económicas fundamentales del sistema capitalista. Políticas económicas colocadas en el lado equivocado de la balanza.
México no se libra de esta condición. Según datos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) entre los 28 países que la integran, México es el país con mayor desigualdad (0.79 coeficiente Gini)* siendo la cuna de algunos de los hombres más ricos del mundo mientras casi la mitad de su población vive en la pobreza o en la miseria. El nuevo gobierno batalla por lograr un mejor equilibrio en la distribución de la riqueza nacional.
Hay razones por las que utilizamos la balanza como un símbolo de justicia. Para los egipcios, los actos buenos y malos del hombre debían estar equilibrados a fin de pasar la prueba final. A menudo escuchamos decir que sin justicia la paz no puede existir porque la paz es armonía, es equilibrio. A fin de evitar el colapso de la civilización debemos mantenernos buscando al menos esa igualdad entre los seres humanos, y a fin de sobrevivir, permitir que la naturaleza a nuestro derredor mantenga su propio equilibrio.
*El coeficiente Gini es una medida establecida por el científico italiano Corrado Gini en 1912 para medir el porcentaje o índice de desigualdad socioeconómica de una sociedad, siendo el cero la representación de igualdad social y el uno la representación de mayor desigualdad.
*****
Francisco Duarte nació en México y es un activista de Fresno. Pueden contactarlo en fresnohouse@hotmail.com