(Nota del Editor: la siguiente nota se reproduce con el permiso de Caló News)
Los latinos en Estados Unidos tienen una identidad cultural que es rica y diversa, con elementos característicos, como comida, tradiciones, música e idioma. El español juega un papel importante en su identidad y es el segundo idioma más hablado en el país. Según estimaciones recientes, casi 40 millones de latinos en Estados Unidos hablan español en casa, lo que refleja la importancia de esta lengua en su vida diaria y en sus comunidades. El uso del español en entornos sociales, educativos y profesionales, es un testimonio de su papel en la formación de la identidad latina en Estados Unidos.
Sin embargo, en los últimos años, aumentó de manera notable el número de latinos que no hablan español con fluidez. Este grupo es conocido como la generación “No Sabo”. Ser etiquetado como un niño o adulto “No Sabo” puede conllevar cierto grado de estigma en una comunidad latina que se enorgullece de su herencia hispana. Según The Pew Research Center, aproximadamente el 24% de todos los adultos latinos afirman no ser capaces de mantener una conversación en español.
Este incremento en la cantidad de adultos “No Sabo” es el resultado acumulado de la discriminación antilatina contra las generaciones anteriores de latinos en el país. Durante décadas, los sistemas escolares de California y otros estados, segregaron a los estudiantes mexicoamericanos. En la década de 1940, un número significativo de estudiantes de ascendencia mexicana en California tuvieron que asistir a las escuelas segregadas, que eran mal mantenidas y carentes de recursos. Estas escuelas priorizaron las “habilidades laborales” sobre las materias académicas. Esta práctica discriminatoria limitó gravemente las oportunidades educativas de los estudiantes mexicoamericanos, perpetuando la desigualdad sistémica y obstaculizando su movilidad social y económica.
Stephanie Martínez, una chicana de quinta generación, reveló a CALÓ News que su abuela tomó la decisión deliberada de no enseñarle español a su madre. Su familia, dijo, se identifica como “verdaderamente mexicoamericana”. Sus bisabuelos trabajadores migrantes eran “seguidores de las cosechas” término que describe a los trabajadores agrícolas que viajaban de un estado a otro, trabajando en diferentes cultivos a medida que cambiaban las estaciones.
Al crecer, comenzó a hacer más preguntas sobre su herencia. La abuela de Martínez a menudo se emocionaba al recordar sus experiencias en el sistema de escuelas públicas. “En la escuela primaria, mi abuela y los otros estudiantes inmigrantes tenían que tomar clases en el cuarto del encargado de limpieza”, dijo Martínez. “No se les permitía estar con los otros estudiantes”, En varios casos, encerraban a los estudiantes inmigrantes por hablar español. Esa fue parte de la razón por la que abandonó la escuela después del quinto grado.
La abuela de Martínez no fue la única. Muchos jóvenes inmigrantes crecieron temiendo las consecuencias de hablar español o de mostrar cualquier indicio de acento en una sociedad xenófoba. El prejuicio contra los estadounidenses latinos generó estereotipos negativos y dio lugar a incidentes de violencia, especialmente contra aquellos de ascendencia indígena.
La experiencia de latinos como la abuela de Martínez constituye un alegato conmovedor de las luchas libradas por muchos inmigrantes y sus descendientes. Y también explica por qué es frecuente en las generaciones más jóvenes la falta de fluidez en español.
Sin embargo, muchos latinos rechazan ser “No Sabo”, ya que a menudo tiene una connotación negativa. “No me gusta el término”, dijo a CALO News Nathaly Gamino, residente de Long Beach, que nació y creció originalmente en Chicago. “Creo que todos hemos vivido experiencias muy diferentes”, afirmó. “Respecto a hablar español , los latinos en California tienen una experiencia muy diferente que los de Chicago [Illinois] y Texas”.
Gamino creció como hija de inmigrantes; sus padres se separaron cuando ella era joven. Su padre biológico era el que más hablaba español en casa. Cuando se fue, ella tenía cinco años. Gamino fue criada por su madre mexicana y su padrastro cubano. Desde entonces hasta cumplir los 18 años de edad vivió en un edificio de apartamentos de tres pisos en Chicago con otras familias multigeneracionales. Sus padres hablaban un inglés perfecto, aunque su hogar, que incluía personas de diferentes generaciones, era diverso.
A diferencia de Martínez, Gamino no se mudó a California hasta ser adulta. Creció en un vecindario mexicano en el Medio Oeste y tiene una perspectiva única sobre cómo conservar sus raíces. “Me conecté al español a través de la música y las artes”, dice Gamino. De pequeña, fue al Museo Nacional de Arte Mexicano. Escuchaba a Selena. “Selena era una ‘No Sabo’, así que pensé que amo a esta chica: ¡ella es como yo y yo soy como ella!”.
Debido a la distancia y factores circunstanciales, Gamino tampoco viajó a México mientras crecía. “Durante la mayor parte de mi vida, mi mamá fue indocumentada”. La vida de Gamino como hija de inmigrantes indocumentados es común. El Pew Research Center estima que en 2021 la población indocumentada en Estados Unidos era de 10,5 millones. Muchos estadounidenses latinos crecen en hogares multigeneracionales, pero no todos tienen la oportunidad de cruzar la frontera y regresar debido al estatus migratorio de su familia.
Aun así, la incapacidad de Gamino para hablar español con fluidez no la hace sentir menos conectada con sus raíces o su cultura. Las investigaciones indican que aproximadamente el 75% de los latinos de EE.UU. pueden mantener una conversación en español “bastante bien o muy bien”, sólo el 34% de los latinos de tercera generación o superior dicen que pueden mantener una conversación en español al menos bastante bien, y sólo el 14% dice que puede hacerlo muy bien.
Aunque continúa trabajando en su fluidez por razones personales y profesionales, Gamino se esfuerza por disipar la etiqueta “No Sabo” y resaltar la diversidad de los latinos. “Quiero asegurarme de que los latinos como yo estén representados, incluso aquellos que no hablan español”, dijo.
Cualquier víctima o testigo de un incidente o delito de odio en California puede denunciarlo y recibir apoyo llamando al 833-8-NO-HATE; (833) 866-4283 Lunes – Viernes de 9:00 am – 6:00 pm. Si lo hace fuera de ese horario, puede dejar un mensaje de voz o llamar al 211 para denunciar el odio y buscar apoyo. Para las personas que quieran denunciar un delito de odio a las autoridades policiales de inmediato o que se encuentren en peligro inminente: llame al 911. Por más información, visite stopthehateca.org