Por Juan Trujillo Limones
Como reacciones de un proceso social descolonizador, las imágenes del derribo de estatuas de conquistadores, líderes coloniales y esclavistas en Chile y Estados Unidos le han dado la vuelta al mundo desde hace casi un año. En Chiapas la fotografía sigue presente como un acto premonitorio en ese 12 de octubre de 1992: miles de indígenas de Chiapas toman la ciudad colonial de San Cristóbal de Las Casas en la región de los Altos y tiran a golpes de mazo la estatua del conquistador español Diego de Mazariegos. Se cumplían 500 años de la llegada e invasión de los europeos al continente americano. Testigos recordaron que los campesinos estaban organizados y que habían entrado a la ciudad, ícono del poder oligarca, con formación y disciplinas militares.
Se trataba de la organización Alianza Nacional Campesina Independiente Emiliano Zapata (ANCIEZ), cuya influencia fue notable en los Altos y en la Selva Lacandona y que operó como el brazo político y social de lo que ya existía clandestinamente: el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). La caída de Mazariegos provocó la molestia de los sancristobalenses, cuyo presidente municipal Mario Lescieur Talavera impulsó la creación de un Comité Cívico que años después hiciera alianza beligerante con los grupos de ganaderos de Palenque y Ocosingo. Éstos representaban los resquicios del régimen finquero de la media luna hacia el noreste y suroeste de la selva.
Veintisiete años después, el EZLN cuenta con 4 nuevos municipios autónomos y redes que apoyan al Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y que reivindican al indígena nahua asesinado por oponerse a la hidroeléctrica en Morelos del actual gobierno federal: Samir Flores Soberanes. Pero el golpe de mazo al conquistador provino de un complejo contexto en la historia de Chiapas y es el de los indígenas de la ANCIEZ que a partir de 1989 emergió en las regiones de los Altos y la Selva Lacandona: particularmente en las cabeceras de Altamirano, Ocosingo, San Cristóbal, Sabanilla y Salto del Agua de indígenas tseltales, tsotsiles, tojolabales y choles. La situación social no sólo era crítica ante la represión gubernamental, también se impuso el difícil periodo del desplome de los precios internacionales del café. Era el periodo del gobernador Patrocinio González Garrido, en el que destacaron 547 casos de tenencia de la tierra sin arreglo de por lo menos 22 mil 598 campesinos solicitantes. Era evidente que la puerta a la situación agraria había sido cerrada y con ella el camino pacífico para la obtención de tierras con una solución profunda y de raíz.
La marcha y movilización de la ANCIEZ ese 12 de octubre de 1992 había sido sólo el punto de inflexión que precipitó el levantamiento indígena del primero de enero de 1994.
Hoy la realidad social de Chiapas se está transformando dentro de sus tejidos sociales. La expansión e influencia de la autonomía indígena en otras dieciséis regiones sugiere una reorganización interna del movimiento. No sólo las Bases de Apoyo del EZLN son los sujetos activos de este proceso, sino que también esos pueblos y comunidades que antes y durante el levantamiento indígena se venían preparando para una determinación aún más radical. Sólo la adherencia a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona (2005) y su participación en la Otra Campaña de 2006 (Esta campaña consistió en un amplio tour de dirigentes Zapatistas por el país para explicar sus demandas y establecer alianzas con otros grupos con intereses similares) podían sembrar ese proceso en regiones del sur y sureste de Chiapas como Chicomuselo, Motozintla, Amatenango del Valle, Tila ó Chilón, donde incluso existe un importante porcentaje de población mestiza.
A veintitrés años de la firma de los Acuerdos de San Andrés sobre cultura y derechos indígenas y a dieciséis años de la creación de los centros de autogobierno, los caracoles, queda claro que las reivindicaciones sobre la libre determinación de los pueblos, la autonomía, la propiedad comunal de la tierra y los recursos naturales son realidades en la vida de los zapatistas. Los caracoles operan como espacios autónomos civiles donde se despliegan las reuniones de autogobierno, comercio, educación indígena del EZLN. Se trata de la construcción en la práctica de un nuevo paradigma de resistencia y es ejemplo para la lucha de otros pueblos como el mapuche en Chile o tribus indígenas del Amazonas que luchan contra los agronegocios.
Pero la creación de siete nuevos caracoles supone un esfuerzo sostenido en el tiempo por interpelar y difundir la lucha de las comunidades. Es el mensaje de los pueblos ante la incesante destrucción de la vida social en México incrementada desde la declaración de guerra al narcotráfico de 2006.
A pesar del cambio de partidos en el gobierno federal y chiapaneco, la estrategia contrainsurgente y paramilitar es aplicada con un alarmante nivel de violencia desde marzo de 2018 en el municipio de Aldama, con 28 heridos, seis muertos y seis heridos de bala. Desde agosto de este año se han registrado 26 ataques armados por grupos paramilitares provenientes de Santa Martha Chenalhó. El pretexto de las 60 hectáreas en disputa desde hace 45 años desató la escalada que provocó el desplazamiento de miles de indígenas. El ejido Tila, miembro del Congreso Nacional Indígena, fue atacado por paramilitares desde el 25 de agosto y el 11 de septiembre desembocó en la muerte del campesino Pedro Jiménez. También en septiembre la comunidad zapatista de Moisés Gandhi en la región sureste de los Altos, fue atacada con tácticas paramilitares por militantes de la Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo.
Ante esta situación que proviene de antaño, el EZLN no sólo ha desplegado la concientización interna de sus bases, sino también lo hace ahora con el reciente comunicado, sexta parte: Una montaña en alta mar invita a la sociedad civil nacional e internacional a revisar la historia de la supuesta “conquista” de los pueblos del territorio americano y a emprender un nuevo ciclo de resistencias. La caída del conquistador Mazariegos junto al agrietamiento de sus formas coloniales de la vida social en Chiapas anticiparon el derrumbe de una concepción estructural de dominio colonial.
Los 12 caracoles son las ventanas por donde se mira el nuevo momento de la historia descolonizadora y de resistencia de las comunidades.
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Juan Trujillo Limones es un periodista y antropólogo independiente. Puede ser contactado en xaureme9@outlook.com.