Por Inti Mena Navarro
En mayo del 2015, en Argentina, la adolescente Chiara Paez, de 14 años, embarazada, fue asesinada por su novio, Manuel Ignacio Mansilla Gallegos, de 17 años, quien la mató a golpes y la enterró en el jardín de su casa. El femicidio de Chiara hizo que un grupo de periodistas convocaran por redes redes sociales a una marcha el 3 de junio de ese año en Buenos Aires. Acudieron 500 mil personas bajo el hashtag #niunamenos.
El femicida fue sentenciado a cadena perpetua pero recientemente un tribunal de la provincia de Santa Fe (donde ocurrió el delito) anuló la condena ya que, por ser menor de edad, cuenta con el beneficio de las leyes para menores que no permiten la cadena perpetua como pena. Ahora será juzgado por un tribunal de menores y se especula con que se le dará un máximo de 15 años. El juzgado no notificó a la familia de la víctima, quienes se enteraron del fallo por las noticias, lo que generó desagrado y criticas de amplios sectores de la sociedad.
Hace 7 años surgió el movimiento “Ni Una Menos”, con ello se abrió un espacio de expresión, de comunicación para las agendas de los feminismos, las cuales finalmente pudieron ocupar un lugar central dentro del debate público y la política. A los feminismos se les abrió, aunque sea parcialmente, las puertas del estado. Fue una etapa de consolidación de luchas que llevaban décadas.
Ya se murmura sobre una reforma judicial feminista, un título especial para los feministofóbicos ya que excita la imaginación del machirulaje (hermosa palabra que sacó del olvido Cristina Kirchner, vicepresidenta de Argentina) haciéndoles pensar que vamos a transformar a la Argentina en el país de las Amazonas. Fueron 17 años de campaña por el aborto (el movimiento en favor del aborto surgió en 2005), una colaboración inter feminista, interdisciplinaria, integral, que dio como resultado la aprobación del aborto el 30 de diciembre de 2020.
Mientras en EE.UU. avanza el ataque a los derechos de las mujeres por medio de constantes límites a la práctica del aborto legal, en otros países las mujeres organizadas han logrado importantes victorias plasmadas en leyes. Este es el caso de Argentina, donde en 2020 se aprobó la ley 27.610 que establece el aborto para mujeres embarazadas hasta la semana 14. La ley entró en vigor el 24 de enero de 2021. Argentina permitía el aborto terapéutico y en casos de violación desde 1921.
Un estudio del Ministerio de Salud argentino de 2005, concluyó que se practicaron entre 370.000 y 520.000 abortos legales e ilegales anualmente. La población argentina apenas supera los 45 millones de habitantes. De acuerdo al Dr. Adolfo Rubinstein, ministro de salud de Argentina entre 2017 y 2018, el aborto clandestino era la primera causa de mortandad materna.
En 2018 el proyecto de ley a favor del aborto se presentó en el congreso argentino pero no fue aprobado entonces. No ganamos la batalla en ese momento pero les hicimos un knock out en el terreno simbólico. Toda la sociedad habló del tema del aborto al punto de que tuvo que abordarse en las escuelas de todos los niveles porque las y los jóvenes llevaban las inquietudes y las diferencias a las aulas, a los mercados, a los hogares.
Mi especulación es que el gobierno conservador de Mauricio Macri (2015-2019) permitió la discusión de la ley porque pensó que no se aprobaría en el Congreso y todo iba a quedar así, no midió las consecuencias del debate público que generó. Es difícil hacer un análisis vertical del feminismo porque el feminismo es transversal, estamos en todos los frentes en defensa del buen vivir que merecemos, se trata de derechos que no son ignorados por el sistema ya que sometidas y entregando nuestro tiempo (el oro de la humanidad) es como nos consideran más productivas.
Por esta razón somos anticapitalistas, somos anti extractivistas porque el extractivismo es un mecanismo de explotación y empobrecimiento de la tierra. En lo que nos organizamos para defendernos y cuidarnos entre nosotras también lo hacemos por el resto de la humanidad y hasta hoy el feminismo latinoamericano de los últimos años es la herramienta para seguir luchando por nuestra emancipación y llegar a una verdadera independencia.
El feminismo pone en cuestión todos los presupuestos sociales de nuestro rol como mujeres y los atraviesa desde lo económico, lo jurídico, lo cultural, lo político, lo doméstico, lo pedagógico. La impronta de la sororidad, de la solidaridad nos aúna en el objetivo de hacer un mundo más justo, sin desigualdades, sin modos de producir que sean el veneno de sus territorios. Las marchas feministas son las mejores, hay tanta diversidad en armonía, no hay violencia, se baila, se canta, se hace música. Amamos los encuentros, nos disfrazamos, nos pintamos la cara, y así la llevamos a pesar de la crueldad contra lo que nos enfrentamos.
*****
Inti Mena Navarro es una fotógrafa argentina-chilena que nació en el exilio en Bucarest, Rumania. Vivió en Chile y actualmente reside en Buenos Aires, Argentina.
