Por Guillermo Marín
Cierta mañana al inicio de la década de los años ochenta, desayunaba con Guillermo Bonfil Batalla en los portales y estaba el platón del magisterio. Fue entonces que Guillermo me dijo, que ese movimiento social tendría mucha fuerza porque la mayoría de los profesores oaxaqueños son de origen indígena. El tiempo le dio la razón.
Lo mismo ha pasado con el EZLN en Chiapas. En enero de 1994, inmediatamente el sistema acusó a Obispo Ruiz y al Submarcos de “usar a los indígenas” en sus inconfesables planes en contra de México. Y hasta la fecha, la ideología criolla neocolonial, se resiste a aceptar que existe una “inteligencia indígena”, para ellos: “los indios no piensan”. Hoy se reconoce en Europa al movimiento del EZLN como la inspiración de los movimientos antisistémicos, los indignados, los 99%, etc., y que Marcos es solo es un vocero.
Desde 1521 los gachupines y después de 1821 los criollos, han despreciado y menospreciado la inteligencia y sabiduría milenaria de los pueblos anahuacas (indígenas). Los han usado como carne de cañón y soldados de leva en sus permanentes luchas fratricidas por el poder, los han explotado como trabajadores esclavos para acumular grandes riquezas o son el “voto duro” de los partidos. Sin embargo, jamás los han reconocido como poseedores de conocimiento y sabiduría milenaria. Para la ideología neocolonial criolla, la Civilización del Anáhuac fueron solo los “aztecas” y la “gran Tenochtitlán” fue destruida con su civilización el 13 de agosto de 1521 y “no queda nada de ella”, más que el Museo del Templo Mayor, para los turistas.
Sin embargo, los grandes movimientos sociales de este país han sido empujados por la sabiduría ancestral que se encuentra en la base más subterránea de su identidad, que está depositada en los llamados pueblos campesinos e indígenas. Los mestizos, desde esta perspectiva, somos, -como dijo Guillermo Bonfil-, “indios desindianizados”. Que la casta divina de explotadores sean extranjeros y sus descendientes, sean metafóricamente, -Hernán Cortés o Carlos Slim-, no representan la esencia y raíz de un pueblo, que como los chinos o los indios, posee una memoria histórica milenaria y una sabiduría y experiencia humana riquísima en valores y principios. Que no sea conocida esta riqueza (Toltecáyotl) y que se mantenga inconsciente por medio de la colonización mental y cultural, no quiere decir que no exista.
Esta reflexión viene al caso por los grandes errores que están cometiendo, las autoridades federales y estatales en San Quintín, BC., donde los capitales extranjeros y los empresarios agrícolas han sometido, por décadas, a un régimen de esclavitud y explotación deshumanizada a decenas de miles de trabajadores de muchas partes del país, los más pobres entre los pobres, es decir, los indígenas. Son inimaginables y vergonzosas las condiciones de trabajo de familias completas, como en la época de la Colonia. Y todo esto, con la complicidad de los partidos políticos, las autoridades, los medios de comunicación y la sociedad civil, que se hizo de “la vista gorda”, pero finalmente explotó y los trabajadores agrícolas dijeron ¡ya basta!
La única respuesta que puede salir de gobernantes ineptos, corruptos y deshumanizados es el desprecio y la represión. Los gobiernos, federal y estatal, se han burlado y menospreciado de la lucha de esta gente, harta y desesperada de vivir bajo la línea de lo humano. Al igual que las tragedias de Ayotzinapa y Tlatlaya han exhibido su torpeza, cinismo y opacidad. No se dan cuenta que están acumulando grandes y constantes errores. Que no se debe menospreciar a los más pobres y humildes, que no pueden pasar sobre sus derechos humanos y destruir el Estado de Derecho sobre ellos. No se dan cuenta que el país y el mundo han cambiado.
La mayoría de los trabajadores agrícolas de San Quintín son indígenas, en especial oaxaqueños. No son los únicos trabajadores agrícolas explotados en esas condiciones en el país. Ellos tienen una cultura y experiencia de resistencia de cinco siglos. Se saben organizar bajo sus milenarias costumbres y tienen la fuerza y la conciencia “del nosotros”. Creemos que el gobierno está “jugando con fuego”, San Quintín no es Chiapas, es todo “el México profundo”, condensado en un pequeño espacio, con mucha injusticia de los ricos y poca inteligencia de las autoridades. No es conveniente despertar “al México bronco”. Escrito el 14 de mayo… ¡Recapacitaron! 15 de mayo. Felicidades.