El pasado 6 de Junio México ha vivido una de las jornadas electorales de mayor trascendencia en su historia, no solo por el número de posiciones políticas en juego —más de 20,000— sino por su importancia en el control de poder principiando con 15 gubernaturas en juego, más de mil diputaciones locales y federales y casi 2.000 alcaldías, entre otros cargos. Ninguna alianza ganó todo lo que quería, pero pese a toda la desinformación mediática de que MORENA perdió en el congreso una mayoría calificada que en realidad nunca tuvo —pese a las descalificaciones y mentiras de la oposición en contra del gobierno actual, si hubo un ganador: el naciente partido de MORENA que se ha quedado con 11 de los 15 estados en juego— 17 sumando los que ya tenían, 19 congresos locales, consiguiendo además la mayoría absoluta en el congreso (50% más 1) reteniendo la capacidad de manejar el presupuesto, una de las metas principales de la oposición quienes resienten su pérdida de privilegios. Como en los primeros años, en su segunda parte de gobierno, el congreso actual podrá asignar el presupuesto con la máxima presidencial “primero los pobres”. En administraciones anteriores fue, en la práctica, “primero los políticos y los ricos, al último o nunca, los pobres”.
Aparte de ser una de las jornadas electorales intermedias más participativas en la historia moderna del país —más del 50% votó— ha sido también la más violenta desde que se tiene registro, según la Consultora Entellekt. Hasta el 1 de Junio se registraron 89 homicidios de políticos, 35 de ellos aspirantes a un cargo. Se han documentado también 782 agresiones como secuestros, golpizas, amenazas y otros actos de violencia. Es simplista culpar tan solo “al narco”, financiador de campañas políticas, fortalecido en alianzas con los gobiernos anteriores, pasando por alto a otros grupos delincuenciales más poderosos, como empresarios, dueños de medios de comunicación masivo, etc., también financiadores de campañas y con muchos más recursos y poder a nivel local e internacional que cualquier cartel. No es de extrañarse que a tan solo diez días de la contienda electoral la revista inglesa The Economist, en una clara acción intervencionista, no sólo llamó al electorado mexicano a votar por la alianza “Va por México” sino que instó al gobierno estadounidense a encabezar un golpe de estado a nuestro país; el NYT también hace su parte como un comunicador “creíble”. Parece que se conocen muy bien.
Esta clase de intervenciones mediáticas nos hace considerar el poder de los medios de comunicación utilizando como táctica los llamados golpes blandos, bajos, ilegales en sustitución de los golpes militares del pasado. A lo goebbeliano y maquiavélico, estas instituciones mediáticas compradas —nacionales e internacionales— utilizan el recurso de la repetición sincronizada de la mentira, la falacia, la calumnia, la desinformación como un recurso de manipulación al público, en contra de los gobiernos soberanistas opuestos al control de su economía (Bolivia, Venezuela, México) por instituciones bancarias extranjeras más los plutócratas y oligarcas locales que resienten su pérdida de privilegios, como no pagar impuestos, ignorar los derechos de la clase laboral, por ejemplo.
Ese poder mediático —aparte de los obvios rescoldos del fraude electoral endémico al sistema electoral mexicano— se hizo presente en los resultados mixtos de las elecciones. El mexicano enterado, no cómplice, se debe dar cuenta de la corrupción de profundidades increíbles que ha gobernado al país. Todos los días hay noticias de nuevos corruptos y niveles de corrupción que han destrozado la economía y la fábrica social del país. Entre los corruptos: Secretarios de estado, militares, abogados, gobernadores y exgobernadores, y sin duda alguna ex presidentes de la república, sin mencionar la complicidad de los poderes de la unión —legislativo y judicial— y aun de algunos miembros prominentes del ejército. Que estos partidos sin propuesta alguna, sin prestigio, sin defensa, con un historial espantoso de corrupción hayan obtenido más de un voto, aparte de los involucrados abiertamente en el sistema corrupto, es explicable solamente al poder de la propaganda, del fanatismo y de la ignorancia, los golpes bajos de la prensa comprada y vendida, a los mercenarios de la palabra y de la pluma que se llaman intelectuales desprestigiando a esa clase de pensadores, con la misión de repetir al cansancio todo tipo de mentiras hasta que lleguen a ser creíbles, culpar al gobernante incómodo de lo que ellos han hecho y de lo que ellos son y han sido: corruptos, autoritarios, violentos, traidores y cobardes creadores de una deuda gigantesca, de un desprestigio mundial con el que se batalla, de la pobreza y la miseria en millones de mexicanos. Esperamos que surja una nueva definición de “intelectualidad”, que la mentira sea juzgada y no continúe siendo un derecho de estos comunicadores de falsedades y que junto con los grandes saqueadores del país, pronto sean llamados a juicio.
El castigado pueblo de México no merece menos…