Los Campesinos Envejecen Pero No Se Jubilan

Los Campesinos Envejecen Pero No Se Jubilan
Pedro Crúz, de 62 años, y su pareja cuidan de su papá, Manuel Moisés, de 85 años, quien ya no puede trabajar en el campo debido a su edad. Foto de Eduardo Stanley
La flor de Cempasúchil es muy común en México para las ceremonias del Día de los Muertos. Felipa cultivó y después vendió estas flores para el Día de los Muertos. Foto de Eduardo Stanley

Arvin es un somnoliento pueblo rural en el Condado de Kern, California, rodeado por viejas bombas extractoras de petróleo e interminables campos agrícolas. Tiene una población de 21.000 personas —92.7% latinos. Es el hogar de cientos, sino miles, de jornaleros agrícolas que año tras año cosechan esos campos, ahora más ávidos que nunca de agua cuando California enfrenta otro complicado año debido a la sequía.

Manuel Moisés es uno de esos campesinos. Tiene 85 años pero aún conserva una complaxión fuerte.

El dejó su pueblo, San Juan Mixtepec, Oaxaca, México, para venir a trabajar a California, un viaje que miles de personas hacen cada año con la esperanza de encontrar trabajo y una mejor vida. Moises no eligió venir a Arvin, allí lo llevó el “coyote” con el que cruzó la frontera cerca de Tijuana hace 50 años.

Trabajó en los campos cercanos pero principalmente cosechando chiles y uvas para pasas. “Durante el invierno trabajaba en la poda, pero no me gustaba”, dice Moisés en Mixteco, su idioma original. “Es un trabajo doloroso, siempre te cortas las manos, hace frio y te duelen las manos”.

Debido a su edad ya no trabaja. “No me dan trabajo”, se queja. Los campesinos nunca se jubilan. Ahora trabaja en su casa haciendo cosas simples en el jardín y su familia le pidió que no use la escalera para podar árboles o recoger frutas.

No hace mucho tuvo un accidente y casi pierde un ojo.

“Lo llevamos al médico… No vamos al hospital, exigen demasiado papeleo”, dice el hijo de Moises, Pedro Crúz, de 62 años, también nacido en Oaxaca. “Pagamos doctores privados”.

Crúz afirma que su padre casi nunca se enferma. Y cuando se enferma recurre a la medicina tradicional. “Hay hierbas que pueden ayudar con cualquier enfermedad, pero nosotros igual lo llevamos al médico para estar seguros de lo que tiene”.

La herbolaria es muy tradicional entre los indígenas, es accesible y más barata.

“Cuando era niña, recuerdo a mi madre haciendo constantemente tés para diferentes dolencias”, dice Odilia Chávez, una campesina Mixteca que inmigró a California en 1,999 a la edad de 22 años. “Por ejemplo, ella le hacía té a mi padre cuando le dolía el estómago”.

La gente usa hierbas que crecen a sus alrededores. La menta y la canela son muy comunes.

“Mi mamá sabía qué darnos cuando nos enfermábamos. Por ejemplo, para las heridas usaba sávila y ‘raíz negra’”, dice Chávez. Ella buscaba ‘raíz negra’ alrededor de la casa, la molía y la aplicaba sobre la herida”.

Para los campesinos, mantener una buena salud es muy importante. Ellos tienen muy limitado el acceso a la salud preventiva. Por otra parte, en California no hay médicos tradicionales (curanderos o curanderas).

“Tomo tés para prevenir algunas enfermedades, y también vitaminas”, dice Chávez, expresando una filosofía común entre diferentes personas, particularmente los que provienen de zonas rurales. Una amplia mayoría de los campesinos inmigrantes son indocumentados. Por ley no tienen acceso al seguro de desempleo ni a la jubilación (o seguro social), aunque pagan impuestos y trabajan muy intensamente.

Trabajar en el campo para cosechar la comida que nos alimenta puede ser peligroso para los campesinos. Entre los trabajadores del campo hay enfermedades comunes como de la piel, infecciones de todo tipo, problemas y hasta ataques por el calor, enfermedades relacionas a los pesticidas, problemas mentales, y más. Además, enfrentan también problemas de vivienda, de salud oral y heridas.

El uso del temazcal es muy común en Oaxaca y otros estados de México. Aunque es parecido al sauna, el vapor se produce de manera diferente: poniendo agua sobre brasas. También se usan hierbas. Este baño de vapor tiene un  importante propósito espiritual que ayuda a “limpiar” o sanar.

No hay nada parecido al temazcal en California, por eso los campesinos, especialmente los de origen indígena, carecen de un importante elemento que contribuye a su bienestar. “Aquí no hay temazcal”, dice Cruz con un tono nostálgico.

Envejecer trabajando en el campo no es una experiencia muy agradable.

“Empiezas a sentir dolor en las manos… Durante el invierno es peor”, dice Felipa, de 52 años, la compañera de Crúz. “Algunas veces cuando te lastimas en el trabajo no lo reportas porque sinó no te llaman a trabajar al día siguiente”.

Para ayudar a las finanzas de la casa, Felipa a veces vende tamales y para el Dia de los Muertos plantó y vendió flor de Cempasúchil —la tradicional flor color naranja usada para las ceremonias del Día de los Muertos en México.

La familia recientemente fue golpeada por el Covid 19. Hicieron cuarentena pero Cruz estuvo dos meses en el hospital y aún tiene dolores. Dos meses sin trabajar significa dificultades financieras y ahora él esta buscando apoyo. A pesar de todo, la familia no está 100% convencida de vacunarse. 

Cruz renta una modesta casa donde cuidan de su padre. Esta es la manera tradicional de cuidar a los abuelos en gran parte de México.

“De la misma manera, nuestros hijos nos cuidarán a nosotros”, asegura Felipa. Ella y Crúz no fueron a la escuela. Moisés cursó tres años.

“Me hubiera gustado estudiar”, dice Felipa. “Pero la vida es dura, empezamos a trabajar a los 10, 12 años para ayudar a nuestros padres”.

Muchos campesinos regresan a sus pueblos de origen cuando ya no pueden trabajar más por la edad. No es solo por nostalgia sino porque en esos pueblos la vida es más sencilla y barata. Sus hijos los ayudan económicamente.

Moisés y su familia no están pensando en regresar a Oaxaca. “Perdimos contacto con la gente allí, y no tenemos ninguna propiedad en Oaxaca”, asegura Crúz.

Cruz y Felipa seguirán trabajando en el campo hasta cuando puedan. Moisés pasa parte del día dando vueltas por el jardín de su casa cuidando a sus queridas plantas. A medida que los campesinos envejecen trabajan menos o dejan de hacerlo totalmente, sin embargo el campo—con sus cosechas, árboles y plantas, con el polvo, el ruido y su olor particular—sigue siendo parte de ellos.

(Nota del Editor: este artículo fue escrito con el apoyo de una beca periodística de la Gerontological Society of America, el Journalists Network on Generations y el Commonwealth Fund.)

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Author

  • Eduardo Stanley

    Eduardo Stanley is the editor of the Community Alliance newspaper, a freelance journalist for several Latino media outlets and a Spanish-language radio show host at KFCF in Fresno. He is also a photographer. To learn more about his work, visit www.eduardostanley.com.

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