Por Lourdes Medina
Me gustaría abusar de mi poder en este editorial para contar la historia de una mujer que literalmente es la causa de mi existencia y el propósito para mi en este mundo. El 1ro de abril 2019 me toca prender una vela blanca para recordar el día de su partida física de este planeta, y el comienzo de su protección celestial en mi vida. Y pensandolo bien prefiero que ahora ella solo tenga que vernos y protegernos con su amor y sabiduría, a tener que estar en estos tiempos tan llenos de odio, xenofobia, pobreza, ataques políticos de gobiernos racistas y violencia por personas que sienten que el poder les da el derecho de ser malos por su nivel económico. Prefiero que mi abuelita, ahora este en el cielo y no sufriendo la agonía que viven muchos de nuestros ancianos estos días.
Rosa Lydia Alvarado Aguilar de Oliva (mi abuelita) nació en Guatemala el 16 de enero del 1927 en una cuna humilde de trabajadores campesinos. Nunca tuve tiempo para conocer mejor su historia en la infancia, porque cuando hacía referencia a su niñez siempre hablaba de lo duro que tenía que trabajar su madre lavando ropa ajena, lo borracho que fue su padre y más que nada como tenía que vivir en una casita de madera y piso de tierra. Para mi saber el dolor que le causaba pensar en su madre y de lo duro que le tocó vivir, así que mejor le ayudaba a limpiar o “hacer oficio” como ella me decía. Rosa Lydia tuvo ocho hijos, cuatro varones y cuatro mujeres. Trágicamente, su último hijo nació cuadripléjico, con muy poca esperanza de que sobreviviera más de los tres años, ya que el requería que todo se le hiciera. Darle de comer, cambiar sus pañales, cargar, bañar en fin el nunca podría hacer nada por sí mismo. Esto fue muy difícil de superar y de mantener con solo el salario de mi abuelo, así que mi abuela se convirtió en una micro empresaria. Mi abuela era costurera, pero para hacer más dinero ella vendía comida, lavando ropa, cosiendo ropa, limpiando casas, aprovechar a cada una de sus hijas para que fueran a vender empanadas en sus colegios en fin hizo de todo en su capacidad para sostener la salud de sus hijo y la familia. Y como la historia de miles de madres en Latinoamérica, ella al fin decidió que sólo podría ganar buen dinero para sostener a su familia y para reunir más rápido un buen dinero para ver si los doctores podían operar a mi tio.
Como toda persona que emigra de un pueblo a la ciudad en su país para trabajar y ganar más de lo que se podía en su pueblo (o rancho) ella siguió el paso del dinero. En 1970 viviendo en la ciudad de Guatemala y trabajando más de seis trabajos además de cuidar a sus hijo cuadripléjico, tuvo que hacer una gran decisión. El dinero que ganaba no era suficiente y aunque mi abuelo si venía a trabajar por temporadas a los Estados Unidos, el nunca ganaba suficiente. Ella decidió venirse al norte para ganar el dólar que podía cambiar el futuro de sus hijos. No sabía inglés, no conocía a nadie y no tenía a dónde llegar. Su decisión de venir a trabajar se basaba solamente en que ella era fuerte y no le daba vergüenza trabajar limpiando casas, ella salió de Guatemala con una meta: el trabajar para mandar dinero a sus casa y ahorrar para la operación de mi tío. Nunca le pregunté su historia sobre cómo fue su viaje hacia los Estados Unidos. Lo único que sí sé es que al llegar a Hollywood ella fue a tocar la puerta de cada casa en los cerros de Beverly Hills hasta encontrar un trabajo de limpieza. Sé que trabajaba los siete días de la semana y que llegó a limpiar hasta trece casas al mes. Ella no manejaba y no sabía inglés, pero aun así ella salió adelante. Forjó el futuro de sus ocho hijos y de mi abuelo con el sudor y sacrificio de su cuerpo para que hoy yo pueda estar contando su historia.
La historia de mi abuelita, es como la de miles de mujeres en todo el mundo. La migración de nuestros pueblos no sólo es por buscar una mejor vida o más dinero sino que es el efecto de nuestras acciones tomadas por el pueblo y los gobiernos en contra de la naturaleza, la niñez y los más vulnerables. Cuando no valoramos el poder de ofrecer una educación básica a todo ciudadano o el acceso a servicios de salud sin costo o al menos con precio justo y la protección civil pacífica y justa. No podemos evitar el efecto de una migración masiva. Las caravanas de familias de centroamérica que están en la frontera de EEUU buscan legalmente el asilo comprueban que el poder de unos cuantos los han afectado tanto que ya no pueden vivir en su propio país. Ya no es suficiente que al menos un familiar esté trabajando en EEUU y que mande dinero como lo hizo mi abuelita, ahora el peligro de seguir en su país es mayor que el morir por hambre, falta de acceso a medicinas o de oportunidades económicas. Esta migración masiva nos está diciendo que algo está muy grave en Centroamérica y todos necesitamos hacer algo.