Por Francisco Duarte
Las noticias sobre los migrantes, convertidas en armas políticas, son continuas. Más de 15.000 niños en centros de detención esperan ser relocalizados con sus familias. Kamala Harris alista un viaje diplomático a México y Guatemala. En El Chaparral de Tijuana —que apenas visitamos— existe un reacomodo continuo abriendo espacios a nuevos integrantes de las caravanas de migrantes que surcan el suelo mexicano. La política en los países de paso o receptores cambia pero no el flujo de hombres, mujeres y niños desde el llamado Triangulo Norte en Centro América que desembocan junto al muro fronterizo. Decenas de millones más en el mundo también buscan fronteras distintas.
También encontramos en una avenida de la ciudad manifestantes quejándose de ser invadidos. Existen en todas las sociedades quienes atrapados en la filosofía individualista del capitalismo piensan ser superiores a los demás olvidando, en un darwinismo ciego, toda empatía con la humanidad. Para estos detractores su mundo parece ser como un mercado, su museo personal, una galería de su pertenencia en la que exhiben en exclusiva su propia obra sintiéndose amenazados por “los otros” aunque estos sean como “Los Olvidados”, el filme de Luis Buñuel (1950), representando su propio papel en la vida exhibiéndose en espacios alternativos como “productos” en esos escenarios creados al cruzar fronteras, calles, mares y desiertos. Conversé con un joven guatemalteco sobre su experiencia de viaje. Imposible olvidar su expresión de horror en su relato. Viajaba en la Bestia con dos niñas de 6 y 7 años cuando fueron bajados con violencia en Monterrey México para ser violados con toda impunidad. Esa obra de arte golpeada pero de pie está allí en El Chaparral esperando continuar su viaje. Hay una cultura de rechazo y de muerte del “no me importas’ permeando a nuestra sociedad. Albert Camus, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de literatura (1957), habló del instinto de muerte en nuestra cultura contra el que hay que batallar continuamente a fin de renovarnos y evitar nuestra autodestrucción.
En esos campamentos asistí a pláticas informales dirigidas por Caleb Duarte —profesor de arte del Fresno City College— con el proyecto Arte Urgente. Escuché historias sintetizadas de haitianos, nicaragüenses, salvadoreños, guatemaltecos, hondureños. Cada uno de ellos con una historia semejante con los matices de seres únicos. Juntos los miré construir casitas de materiales de desechos que sostenían en balance por el aire; hicieron sus propias máscaras y torsos de yeso, marcharon a lo largo del muro fronterizo y junto mar, cada uno hacia el mismo rumbo con expresiones y miradas distintas dando margen a interpretaciones estéticas diversas sobre su humanidad; de esta manera se presentan como una metáfora viva anunciando el camino a recorrer para encontrar justicia. Su mensaje: Soy una obra de arte con mi propio color, textura, expresión, balance, dimensión, movimiento. Ante estos sonidos e imágenes impactantes pensé que todos somos actores en la vida y que al buscar nuestro destino, vamos creando paso a paso la más grande obra de arte: nosotros mismos.
Se ha escrito mucho sobre las causas de la migración. No han faltado los desastres naturales —que contribuimos a causar— las malas decisiones políticas y económicas como actores del desplazamiento humano; pero el motor principal que mueve al migrante es su derecho a sobrevivir a la violencia y al hambre, de mejorar su condición de vida. A diferencia de quienes permanecen es su tierra, los migrantes se convierten en actores necesarios al combatir el estatus quo en su país, al romper lazos de todo convirtiéndose también en factores de cambio, aun bajo el paradigma dominante globalista para quienes son un recurso de explotación, una mercancía, decidiendo lo que tiene valor y lo que es material desechable.
Como en el mundo del arte en que el modernismo dio paso al post modernismo y al concepto de pluralidad, el migrante se postula como un agente de vanguardia en la transformación de la sociedad actual rehusando rendirse al temor y a la amenaza de cada día contra su permanencia, contra sus vidas. Son a cada paso semejantes a quienes con impedimentos físicos producen, a base de perseverancia y talento, un arte sorprendente sobre el lienzo más caro que existe: su humanidad misma.
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Francisco Duarte nació en México y es un activista de Fresno. Pueden contactarlo en fresnohouse@hotmail.com.