Por Eduardo Stanley
Los inmigrantes indocumentados viven en estado de angustia en EE.UU. debido a la fuerte retórica anti-inmigrante del presidente Donald Trump. Si bien durante el primer trimestre del 2018 se deportaron a México más de 190.000 personas, este ritmo de expulsiones no es estable. Según algunos expertos, a pesar de las deportaciones en curso, el actual gobierno está por debajo del nivel de deportaciones del ex presidente Barack Obama: tres millones durante su administración (2008-2016)
Y qué ocurre con estos deportados cuando llegan a su país? Quién los recibe? Dónde dormirán esa noche y las siguientes?
Nadie los recibe ni tienen trabajo o apoyo de ninguna clase. A veces ni siquiera tienen sus documentos mexicanos.
Este fue el caso de Ana Laura López, quien fue deportada en septiembre 2016. La detuvieron en el aeropuerto de Chicago cuando precisamente se disponía a regresar a México para iniciar el proceso de pedir un “perdón” (por haber estado ilegalmente) y solicitar que se le permita regresar de manera legal, en base a su buena conducta y a contar con empleo. Sin embargo la deportaron y deberá esperar veinte años para intentar ser admitida otra vez —lo cual no está garantizado.
Pero Ana Laura no se quedó de brazos cruzados. Conoció a otras personas en su misma situación y decidieron unirse para ayudarse y ayudar a los cientos de deportados que llegaban dos veces por semana al aeropuerto de la Ciudad de México. Nació entonces la organización Deportados Unidos en la Lucha (DUL) en diciembre del 2016.
“Una persona deportada enfrenta muchos problemas al llegar”, dice Ana Laura, durante una breve entrevista realizada después de una presentación ante periodistas latinos de EE.UU. en ciudad de México el pasado 14 de octubre. “En primer lugar, el aspecto emocional, es muy fuerte perder todo, separarte de tu familia. Y también buscar trabajo, un lugar donde vivir…”
Ana Laura vivió en Chicago 15 años, a donde llegó a los 24 años. Además de trabajar, completó sus estudios de preparatoria y en los últimos dos años impartía talleres de derechos laborales.
López explica que los albergues temporales de ciudad de México están saturados por la cantidad de personas necesitadas de un techo para dormir, entre ellos miles de deportados. Y actualmente, a la crisis de la frontera norte se agrega el hecho de que las deportaciones ya no se hacen al aeropuerto de México sino a la frontera. “Hay puntos fronterizos muy peligrosos y algunos deportados pueden ser víctimas del crimen organizado”, asegura López.
Esta situación es particularmente grave ya que los indocumentados en EE.UU., aunque pagan impuestos no se les permite cobrar jubilación, envían dinero a sus familias (las remesas) lo que aporta a la economía de México pero cuando son deportados no cuentan con apoyo. En el caso de las personas mayores de 40 años las posibilidades de conseguir empleo en México son muy remotas.
En estos casos, los deportados regresan con habilidades laborales que no tienen mucha demanda en México, como jardineros, operadores de tractores, reparadores de aire acondicionado, y otros.
López y su organización decidieron ayudar sin depender del gobierno y establecieron el proyecto “Deportados Brand 100% Mexicano”, por medio del cual venden camisetas y otros productos con su logo original. Por ejemplo, algunas coloridas tazas de café llevan la inscripción “Deportados pero no derrotados”. Original negocio con objetivos solidarios.
“Les ayudamos con lo más básico, por ejemplo a conseguir sus documentos, o si necesitan viajar les ayudamos con el pasaje”, explica López. “Pero también les ayudamos en algo muy importante, les hacemos compañía y les ofrecemos ser parte de nuestra comunidad”
Visita a Deportados Unidos en la Lucha, www.facebook.com/deportadosunidos/