Eduardo Stanley
“Tenía mucho cansancio, dolor de cabeza, mucha tos… Me hice la prueba del Covid 19 pero los resultados demoran una semana”, explica América Hernández, de 37 años, residente de Fresno, en el Valle Central de California, una de las regiones agrícolas más ricas del país en la que trabajan jornaleros migrantes que viven en condiciones de pobreza y marginación. “Antes de que llegaran los resultados —que fueron positivos— yo me quedé en casa, en cuarentena, e informé a mi trabajo”.
Hernández perdió el olfato y el sabor —otros de los síntomas del Covid 19— y decidió hacer un estricto régimen de alimentación para fortalecer su sistema inmunológico.
“Ordené muchos jugos verdes, tomé jengibre y chile, preparé caldos, tomé vitaminas D y C, además de mucha agua y tés”, comenta Hernández, nacida en Jalisco. “Me comuniqué con todas las personas con las que tuve contacto para que tomen precauciones y se hagan la prueba”.
Ella sospecha que se contagió durante un viaje a Chicago. “No estoy segura, en esa oportunidad hasta limpie bien el asiento del avión”, asegura Hernández, quien está bajo cuidado médico.
“Al principio mi comunidad no creía en el Covid 19”, dice Juan Santiago, residente de Madera y originario de Coatecas Altas, un pueblo zapoteco de Oaxaca, México. “Pero con el tiempo, especialmente en el mes de mayo, ya empezamos a enterarnos de personas enfermas y de fallecimientos”.
Muchas familias de su comunidad viven en Los Ángeles y en Madera.
Dos de los hermanos de Santiago se contagiaron del Covid 19. “Lo contrajeron en el trabajo, en plantas de procesamiento de comida”, asegura Santiago. “Uno de mis hermanos no se hizo la prueba pero se cuidó y ya superó lo peor”.
Su otro hermano le comunicó a su empleador que tenía los síntomas del Covid 19 y éste le exigió que se hiciera la prueba y así pudieron atenderlo.
“Los empleadores cumplen un rol muy importante en esta pandemia, ellos deben hacer que se cumplan las normas de seguridad sanitaria”, comenta Santiago. “Las personas que se contagian no quieren reconocerlo y esto es muy peligroso para la comunidad”.
Otros líderes que pueden cumplir un papel importante son los religiosos, asegura Santiago. “Nuestra comunidad no deja de celebrar bautizos, casamientos… Son reuniones grandes y la gente se contagia. Pero hace poco un sacerdote dijo que no celebraría un bautizo con invitados, solo con el papá y la mamá del bebé. Esto es bueno aunque algunos no lo vean así”.
“Los contagios están aumentando, lo vemos alrededor de nuestra comunidad”, comenta José Chávez, de 26 años, nacido en Oaxaca y residente de Madera, al norte de Fresno. “Un ahijado de mi mamá estuvo mal, no se hizo la prueba pero al menos se aisló y tomó precauciones”.
Chávez dice que esta persona sufrió con la enfermedad pero finalmente se recuperó.
“Por el tipo de trabajo que hace nuestra gente, en la agricultura o en las empacadoras, es difícil cuidarse… No hay distancia social y pocos usan mascarillas”, Dice Chávez. “Es difícil aislarse porque la gente necesita el dinero, vive día a día, no puede dejar de trabajar”.
El aumento del contagio también está relacionado a la falta de comunicación, quienes se contagian no siempre lo dicen a sus empleadores por temor a perder el trabajo, aunque sea temporalmente.
“Hay muchos casos entre quienes trabajan en el campo”, asegura Chávez. “Hace un mes murió un conocido nuestro, Gilberto, era jornalero… Se lo llevó el Covid 19”.
Chávez cree que entre los contagiados hay vergüenza en reconocerlo. “Y creo que el machismo también influye”.
Uno de los problemas en el Valle Central ha sido la lenta o casi nula respuesta de las autoridades. La ciudad de Fresno es una excepción, ya en marzo pidió a sus residentes que se queden en casa y usen mascarillas. Pero los Supervisores del Condado del mismo nombre no hicieron esto, como tampoco las autoridades del Condado de Madera, y otros de la región.
Esta actitud de las autoridades locales contribuyó al alto nivel de contagios y muertes en la comunidad latina.
“La religión también es un problema”, dice Chávez. “Recientemente, en un rosario para despedir a un fallecido, nadie usaba máscara, y repetían que no había que preocuparse, que no pasaba nada… Esto es una irresponsabilidad”.
Las escuelas ofrecen clases por internet para evitar los contagios. Pero en un medio rural es un desafío cumplir con esta norma.
“Los niños prefieren ir a clases pero no es posible por el peligro del contagio”, dice Zulema Rueda, Consejera del Programa Migrante del Departamento de Educación del Condado de Merced. “Algunos son buenos estudiantes, otros no tanto. Cuando vemos que los niños faltan a las clases virtuales nos comunicamos con ellos, incluso visitamos las casas de los niños”.
Según Rueda, las escuelas hacen lo posible para ayudar. Sin embargo, hay limitaciones producto del estilo de vida. Por ejemplo, la mayoría de los niños cuyos padres trabajan en el campo están solos, sus padres trabajan largas horas y no están en condiciones de ayudar a sus hijos.
“Y las personas no quieren decir si se contagian, es un tabú”, dice Rueda. Y muchas de esas personas contagiadas no se aíslan, siguen trabajando contagiando a sus compañeros.
Mientras tanto, Hernández piensa que ya pasó lo peor y poco a poco se va recuperando.
“Hay personas que no creen que el Covid 19 exista, pero yo lo viví, es real”, dice Hernández. “Conozco personas contagiadas, enfermas, la pasan mal, y también conozco de muertes”.
Un testimonio importante en momentos cruciales para la salud de nuestra comunidad.
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Eduardo Stanley es el editor de Community Alliance. Puede contactarlo en editor@fresnoalliance.com