Adiós Primo, Adiós Amigo Pablo

Imagen sin fecha de Pablo “El Primo” Espinoza. Foto cortesía de la familia Espinoza
Imagen sin fecha de Pablo “El Primo” Espinoza. Foto cortesía de la familia Espinoza


Hasta el último día de su vida, Pablo “El Primo” Espinoza fue un hombre conocido y reconocido en el Valle Central de California. 

Hay quienes lo conocieron en sus días de organizador comunitario, trabajando al lado de César Chávez, uno de los líderes más conocidos del Movimiento Campesino de mediados de los ‘60s, que terminó por darle paso a lo que hoy se conoce como el Sindicato de Trabajadores Campesinos (UFW por sus siglas en inglés).

Otros lo ubican en su etapa como comunicador. Trabajó de locutor en programas radiales como Despierta Ya Campesino y La Voz del Pueblo en Radio Campesina, como también en Radio Bilingüe y Radio Grito, en esta última ya como Director de Proyecto Campesino de AFSC (American Service Committee). Él acuñó la famosa frase, “¡súbale primo, que se oiga hasta el gallinero!” 

Fue también colaborador del ya desaparecido semanario, Noticiero Semanal de Porterville, donde escribía una columna con temas laborales e historias de su etapa como organizador. En dicho espacio, recuperaba también anécdotas poco conocidas y reivindicaba el trabajo de muchos héroes anónimos que contribuyeron de forma importante en el movimiento pero que se vieron opacados por la popularidad de figuras como el propio Chávez y Dolores Huerta. 

Siempre involucrado en temas sociales, políticos y laborales en defensa de los derechos de los trabajadores campesinos, El Primo era seguido y respetado tanto por los propios trabajadores como por los mismos políticos, empresarios y líderes comunitarios.

Tras su jubilación, se mantuvo activo en diversas Mesas Directivas y Comités, en donde seguía aportando su liderazgo y experiencia acumulada. Luego decidió alejarse de los reflectores y dedicarse a su vida familiar. 

Nació el 29 de abril de 1937, en San Juan, Texas, a unas 10 millas de Reynosa, Tamaulipas, México y cerca del Río Grande, también conocido como el Río Bravo. 

“Allí nacimos tres hermanos, cinco hermanas y yo, hijos de padre mexicano, Pablo J. Espinoza, quien era indocumentado y casado con una mujer ciudadana estadounidense de nombre Juanita Champion Espinoza, nuestra madre”, escribió Espinoza en una autobiografía inconclusa, la cual compartió en vida con este reportero.

Según la misma, Espinoza empezó a laborar desde muy pequeño en la recolección  de algodón para ayudar a sus padres a mejorar su situación económica, por lo que sólo pudo asistir a la escuela y de forma irregular los primeros grados de educación primaria. 

“La educación era importante pero los deseos de controlar la pobreza y el hambre eran más fuertes”, dice Espinoza en sus memorias. 

“Las calificaciones en la escuela estaban por debajo de lo normal. Yo estaba en primer grado a la edad de 7 años; la hermana mayor de la familia, estaba en cuarto grado. Ninguno, ni mis hermanos ni yo, teníamos el grado escolar de acuerdo a nuestra edad. Mis padres no tenían una biblioteca, no nos podían ayudar con el trabajo de la escuela. Mi madre era analfabeta al igual que mi padre. Ambos firmaban con una “x” ya que no sabían escribir ni su nombre”.
El trabajo arduo que experimentó Espinoza a muy temprana edad fue al parecer un factor determinante que fue sembrando su inquietud para no aceptar las injusticias laborales,

“En los años ‘50s había recolectores de algodón con problemas de la cintura. El trabajo del algodón nunca debió haberse hecho para seres humanos porque nos destruía las piernas y la cintura. Uno pizcaba algodón agachado por media hora y cuando quería enderezarse tenías que usar tus dos manos y apoyarlas en la cintura para poder calmar el dolor de los discos. Miles de campesinos pizcadores quedamos sin cintura. Para pizcar algodón teníamos que estar hincados”, narra.

Ya en su vida adulta, el destino llevó al famoso Primo a California, donde participó al lado de Chávez en las huelgas de la UFW y en la lucha para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas. Fue también una voz crítica del movimiento, lo cual le causó algunos problemas que lo fueron alejando incluso, como él mismo lo aseguraba, de algunos trabajos.

Tras fuertes batallas contra diversas enfermedades en los últimos años, Pablo “El Primo” Espinoza, se despidió de esta vida el pasado 25 de agosto, en Porterville, a los 87 años. Sin embargo, su legado, el recuerdo de sus allegados quedarán intactos, al igual que esa voz inconfundible que seguirá escuchándose “hasta el gallinero”.

Author

  • Miguel Ángel Báez

    Miguel Ángel Báez is a Mexican-born journalist from the Central Valley. He graduated from CSU Bakersfield and was editor of Noticiero Semanal, a weekly newspaper in Porterville.

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